Las redes sociales mejoran la ortografía

Estamos cansados de leer artículos  y estudios que afirman que la gente escribe mal por culpa de las redes sociales; en Balloon pensamos justamente lo contario: cada día se escribe mejor gracias a ellas.

Escribir y redes sociales Balloon Comunicación

Los medios de comunicación están llenos de artículos titulados «La mala ortografía en las redes sociales», «Redes, culpables de la mala ortografía», «El uso de las redes sociales provoca mala ortografía», «La mala ortografía invade las redes sociales»… Pero nosotros pensamos que mejoran la ortografía y vamos a probarlo.

Nunca habíamos escrito tanto

Hace años, antes de que nacieran las redes sociales, algunos escribían cartas a máquina o a mano de vez en cuando. Las cartas por correo convencional podían tener como máximo dos, tres cuartillas…, salvo en situaciones muy concretas, como casos de enamoramiento agudo.

Una carta manuscrita implica un acto de voluntad que muy pocos están dispuestos a acometer: hay que esmerarse con caligrafía, cuidar la presentación, comprar un sobre en la papelería y un sello en el estanco, acudir a un buzón… y esperar la respuesta, a veces, durante semanas.

Escribir una carta con el ordenador y mandarla por correo también tiene su miga, especialmente cuando no funciona la impresora, cosa bastante habitual en cualquier hogar común y corriente.

Sin embargo, desde que tenemos mail, escribimos a nuestros colegas, clientes, proveedores… cuando es necesario y cuando no; protestamos a nuestro banco y nos quejamos a la gran superficie en donde hacemos la compra; estamos en contacto con amigos y familiares a los que no soportamos de visita; incluso felicitamos a los amigos por mail porque nos resulta más rápido que marcar su número de teléfono.

Pero, además, el nacimiento de las redes sociales ha hecho que nos encante opinar en los blogs, criticar a los que ponen más tonterías que nosotros, dejar comentarios en Facebook, escribir tuits ocurrentes, mandar wasaps informando de cosas tan interesantes como que nos vamos a la cama…

No hemos hecho ningún estudio científico al respecto, pero dado que cuesta más hacer unas inscripciones cuneiformes en mármol que teclear en el móvil, deducimos que los seres humanos nunca habíamos escrito tanto como ahora.

Y para escribir bien, como para cualquier cosa en la vida, lo mejor es practicar.

Nunca habíamos leído tanto

El Barómetro de Hábitos de Lectura, que se publica cada año, lo dice: cada vez leemos más. Y es así porque ya no es necesario cargar con Los Miserables en el autobús, sino que basta con llevar nuestro e-reader para viajar sobresaltados con las andanzas de Jean Valjean.

No solo leemos literatura, sino que pasamos (unos más y otros menos) buena parte del día en Internet, por trabajo o por gusto. Es cierto que en la Red leemos de forma diferente, pero leemos al fin y al cabo, que es de lo que se trata, las noticias, los mensajes virales, los blogs…

También vemos en Facebook la paella que ha hecho nuestro cuñado y nos interesamos por los comentarios de los amigos que tuvieron la suerte o la desgracia de dar fe de semejante hazaña. Pinchamos en los enlaces que nos llaman la atención en Twitter y seguimos a nuestro tuitero de cabecera para corroborar que estamos de acuerdo con casi todo lo que dice.

Y leer, como todo el mundo sabe y los expertos en educación recomiendan, es lo mejor para escribir bien. Probablemente nunca lleguemos a redactar como Víctor Hugo, pero a poco que nos fijemos algo se nos pegará, de él y de cualquiera que diga cosas inteligentes e inteligibles en las redes sociales.

Nunca habíamos sido tan populares 

La carta llena de faltas de ortografía que enviaba el enamorado a su amada solo la veía ella, y por más que fuera consciente de lo bruto que era su novio, el amor es ciego.

Cuando no nos ve nadie hacemos lo que nos da la gana, nuestro comportamiento es muy distinto en la intimidad que en público: en casa podemos estar con unas zapatillas viejas y un chándal sucio, pero para salir a la calle procuramos dar buena imagen. Las redes sociales han hecho que seamos visibles para mucha más gente, que nuestros mensajes lleguen a más personas y, por lo tanto, nos obligan a cuidar lo que ponemos. Igual que nos peinamos para bajar a por el pan, procuramos esmerarnos en lo que la gente va a leer.

¡Y ay de nosotros si no lo hacemos! Numerosos políticos, futbolistas, cantantes… famosos de medio y entero pelo se han visto sometidos al escarnio por una falta de ortografía en una red social.

Como queríamos demostrar, las redes sociales mejoran la ortografía, porque nunca habíamos escrito tanto, nunca habíamos leído tanto y porque ahora, cuando alguien pone una falta en las redes sociales, los demás aprovechan para reírse. Nosotros los primeros, ¡que así alimentamos nuestro Facebook!

Los contenidos en las redes sociales

Bien, ya estamos en las redes sociales, y ahora ¿qué decimos?  

Las empresas quieren estar en las redes sociales porque todo el mundo está. No pueden quedarse desfasadas ni perder oportunidades de negocio. Es casi una obligación cara a sus clientes, les deben una imagen, un lugar fácilmente accesible, como puede ser Facebook, Twitter o un blog, un sitio rápido y cómodo para comunicarse, opinar o incluso protestar.

Pero una vez que deciden estar en redes sociales, viene el gran dilema. ¿Qué ponemos? Las redes sociales son casi como los bebés, hay que alimentarlas, si bien no cada pocas horas, al menos sí a diario.

Lo que no hay que hacer

Por otra parte, tampoco podemos llenar nuestras redes sociales de mensajes que solo conduzcan a vender nuestros productos: la publicidad cansa, y mucho. Todos hemos aprovechado los anuncios de la tele para hacer otras cosas o pasamos de largo por las páginas de las revistas que van destinadas a nuestra cartera.

Otra actitud inadecuada de las empresas en redes sociales es pasarse el día dándose autobombo. ¿Quién no tiene un amigo o familiar que va de perfecto, exhibe que todo lo hace bien y le va fenomenal en la vida? Pues un día le aguantamos, dos también, pero al tercero…

Aburrir a nuestros usuarios o caerles mal es lo último que debe hacer una empresa. Porque un seguidor en Facebook o Twitter dura mucho menos que el matrimonio de una estrella de Hollywood. En las redes sociales las separaciones son gratuitas e instantáneas, le das al “ya no me gusta” o al “dejar de seguir” y adiós a la relación empresa- cliente.

Tampoco podemos dedicarnos al copy/paste, tan de moda en Internet, porque esas cosas, a la larga, cantan; ni ser de los que tan solo enlazan contenidos de otros, porque damos imagen de pobreza y falta de recursos.

Los profesionales saben escribir

Lo ideal es generar contenidos propios de interés, al menos de vez en cuando, que estén bien escritos y que digan algo interesante. Y si uno no se siente capaz de hacerlo, puede encargárnoslo a nosotros o, para no pecar de lo que decíamos más arriba sobre el autobombo, a cualquier experto en la materia, que hay muchos y muy buenos.