Nosotros no conocemos aún el Anteproyecto de Ley de Propiedad Intelectual, pero todos los que trabajamos en redes sociales deberíamos estar muy preocupados.
Teníamos el firme propósito de no polemizar, ser siempre políticamente correctos y no meternos con nadie (sobre todo para no molestar a nuestros clientes, ni actuales ni potenciales), pero el disparatado Anteproyecto de Ley de Propiedad Intelectual ha hecho que se disparen nuestras alarmas y nos dispongamos a decir lo que buenamente nos parece.
Puede que muchos periodistas se sientan muy contentos pensando que van a pagarles unos derechos de autor por los contenidos que a diario escriben durante jornadas interminables, sometidos a régimen de semiesclavitud, en precariedad laboral y mal pagados, pero seguro que no va a ser así: probablemente la Ley de Propiedad Intelectual beneficie a los empresarios, AEDE, CEDRO, pero no revierta en los periodistas.
Somos periodistas
Nosotros somos periodistas, y no nos gusta esta ley. Creemos en la libertad de expresión, que es en lo que se basa la nueva información, la del siglo XXI; creemos en la necesidad de compartir; creemos que Internet es, además de un poderoso medio de comunicación, una herramienta imprescindible para el progreso, la democracia y los derechos individuales y sociales.
Por eso pensamos que cuando leemos un artículo que nos gusta debemos poder compartirlo con nuestra comunidad de amigos o de clientes. Igualmente, cuando vemos algo que nos indigna, queremos poner un enlace para que otros vean lo que nosotros vemos, para denunciar la última butade de tal o cual periodista o la ocurrencia de tal o cual político.
Cuando alguien enlaza algún post de nuestro blog, no nos molesta ni sentimos que deba pagarnos por ello: nos halaga. Estamos encantados de las menciones en Facebook y los retuits en Twitter, y ojalá Menéame quisiera colocarnos en su sitio, para bien o para mal.
Una ley basada en el pasado
Nos guste o no, Internet ya no es un trozo de papel que, a lo sumo, leen cuatro o cinco parroquianos en un café. El periodismo hoy es otra cosa. Y la solución para sobrevivir como periodistas no es poner concertinas al campo, sino adaptarnos a los nuevos tiempos.
Probablemente a este Gobierno, y a todos, sean del signo político que sean, no les gusten nada los sitios como Menéame. Pero miente cualquier empresa que diga que no le encantaría estar ahí. Menéame es visibilidad para la marca: que hablen de mí aunque sea bien.
Y lo mismo pasa con las redes sociales. Con la nueva ley, ¿qué sentido va a tener Twitter?, ¿y Facebook? El día en que no podamos enlazar contenidos que consideramos de interés para nuestros seguidores, los legisladores habrán conseguido, efectivamente, «regular» las redes sociales.
Esta ley nace anticuada porque está redactada por gente que no trabaja en redes sociales ni en Internet. Y, como suele ocurrir, protege a los grandes, a los que forman parte del lobby. ¿Los periodistas os habéis parado a pensar qué va a ser de vuestro trabajo? ¿Os vais a vender por la promesa de un puñado de monedas a cambio de una falta de acceso universal a la información? ¿Qué va a ser de los community manager que buscan contenidos de valor para su comunidad y los enlazan? ¿Tendrán que repercutir el coste a las empobrecidas pymes para las que trabajan? Con esta ley perdemos todos, porque tendremos menos libertad de expresión.