Saber ser educado con el teléfono móvil debería ser una cuestión de sentido común, pero parece que no es así. Por eso pensamos que es necesario hacer campañas y contenidos de educación para la ciudadanía sobre el móvil. Aquí va nuestra contribución.
Nos pasa todos los días: estamos en una reunión de trabajo y a alguien le suena el móvil. El propietario del aparato empieza a buscarlo. Si lo encuentra pronto, bien; si no, los demás permanecemos expectantes durante interminables momentos de tensión y silencio hasta que da con él. Por fin lo halla. Creemos que va a silenciarlo, a cortar la llamada…, pero no: le da al botón de descolgar. Suponemos que zanjará el paréntesis con un «Luego te llamo, estoy en una reunión». Nuevamente nos equivocamos: se pone a conversar. Los asistentes dejamos caer la mandíbula inferior, revisamos la pintura del techo y esperamos cortésmente.
Puede ser peor
En ocasiones no se trata de una reunión de trabajo, sino de una cita en el despacho del notario momentos antes de la firma, de una cena romántica aderezada con nuestra autoestima o incluso de una consulta médica en la que el doctor va a darnos el resultado de esa mamografía que no nos ha dejado dormir la noche anterior. La vida se detiene mientras el que hasta hace unos momentos era nuestro exclusivo interlocutor nos pone los cuernos para responder tranquilamente a la llamada. Termina y pregunta como si nada: «¿Qué estábamos diciendo?», y nosotros, con el puñal a medio clavar, le indicamos el camino por el que debe seguir. Otras veces nos informa de que «Era mi madre, que si voy a comer este domingo», una revelación que nos duele más todavía: ¿Y por eso me has dejado? ¿Qué tiene ella que no tenga yo?
Los sordos
Hay personas a las que les suena el teléfono en el teatro, en un concierto, en misa, en el cine; esas personas a veces responden bajito, como si pensaran que el resto de la sala sufre una pérdida de audición transitoria. También hay quien se levanta y abandona la sala mientras responde, taconea y cierra la puerta con brío. El tercer grupo es esa gente a la que le suena el teléfono y está sorda; motivo por el cual lo oyen todos los demás menos el destinatario de la llamada.
El gusto por la diferencia
Un tipo especial de propietarios de teléfonos son los que disfrutan con que el sonido de la llamada de su móvil sea esa canción que tan buenos recuerdos les trae de su juventud, el primer llanto de su bebé con ecualizador o el canto desaforado de un gallo. Qué gracioso, piensan. Los que están a su alrededor escuchando al famoso conferenciante de Economía y Finanzas o en la última exposición del MNCARS no suelen compartir su sentido del humor.
Derecho a la intimidad
Una situación especialmente incómoda es cuando se atenta contra el derecho a la intimidad de los presentes. Por ejemplo, el propietario del móvil recibe una llamada en el reducido espacio del autobús. Como no se oye a sí mismo por el ruido del tráfico y del motor, responde a un volumen que permite que hasta el viajero de la última fila se entere de que la que era su novia hasta ayer mismo hoy ha dejado de serlo. Hay que entender que Sálvame no gusta a todo el mundo y este tipo de situaciones pueden incomodar muchísimo, sobre todo cuando no hay posibilidad de poner al hablante en modo off.
Así de sencillo
Muchos no lo sabéis, pero desde Balloon tenemos que daros una gran noticia: los teléfonos móviles se pueden silenciar. Es más, si no os acordáis de quitar el sonido antes de entrar en clase, en el restaurante, en la exposición…, ¡podéis desactivar el sonido mientras suenan! Los fabricantes, gente educada sin duda, han pensado también en que si estamos esperando una llamada importante podamos sentir nuestro móvil en lugar de oírlo o de que lo oiga todo el mundo: es el famoso sistema de vibración. Pero si pese a quien pese decidís responder, a no ser que la persona que llama vaya a ofreceros un cargo de asesor en el Gobierno, podéis cortar con un breve: «Te llamo en media hora, estoy ocupado». Y a continuación pedir disculpas a los presentes. Así de sencillo.